¿Qué hay detrás de los fetiches?
Roser Ruiz Guinart
Máster en Sexología y Género
En el presente artículo se van a exponer los diferentes enfoques respecto a los fetiches y prácticas sexuales socialmente entendidas como no convencionales y la posible relación con traumas pasados, concepto que va de la mano con la patologización de las personas que se inclinan por dichas prácticas. A continuación, se hará una pequeña conceptualización con el objetivo de facilitar la exposición de las distintas vertientes ideológicas sobre el tema, contrastarlas y proponer futuras líneas de trabajo desde nuestra posición como sexólogas.
Técnicamente, los fetiches son fijaciones intensas, o bien en objetos inanimados como lo podrían ser los tacones, en una parte del cuerpo como por ejemplo los pies o, por otro lado, en materiales como lo podría ser el cuero. En términos médicos sería llamado parafilia y es definido como una desviación sexual desencadenada por lo anteriormente mencionado: objetos, medios o situaciones que normalmente no se consideran inherentemente eróticas (Darcangelo, S., 2008).
En primera instancia, se considera importante diferenciar entre fetiche y kink[1]. Mientras que el primero hace referencia a una experiencia sexual que necesita de ese elemento en particular y que, de no ser así, no puede ser satisfactoria para el sujeto -de manera que interfiere con la intimidad real y puede llegar a causar un comportamiento destructivo-; el segundo es un término que abarca varios actos sexuales socialmente concebidos como “no tradicionales”, es decir, prácticas sexuales que se salen de las expectativas culturalmente definidas en nuestra sociedad en base al contexto del momento, pero que no son imprescindibles para la satisfacción sexual del sujeto. El bondage, las nalgadas, los juegos de poder, sumisión y dominación pueden considerarse kinks, por ejemplo (Mandriota, M., 2019).
En resumen, todo fetiche es un kink, pero no todos los kinks son fetiches.
Según McCarthy (2008) se estima que aproximadamente un 4% de los hombres tienen un patrón de excitación fetichista y afirma que los fetiches generalmente se desarrollan entre las etapas de infancia y adolescencia. Según el psicólogo y terapeuta sexual, tales comportamientos se derivan de una experiencia durante esas etapas tempranas de la vida, donde se le dio una gran carga sexual a ese objeto, parte del cuerpo, etc. y posteriormente por la cual el sujeto empieza a masturbarse de manera exclusiva.
El Dr. Schwartz, afirma que, por lo general, cuando alguien sigue este patrón de excitación, es porque algún suceso pasado lo hizo susceptible a ello y asegura que la mayoría de los pacientes con fetiches a los que trata han sido víctimas de traumas sexuales a una edad precoz. Chávez, psicólogo y terapeuta, también contempla esta variable y afirma que los fetiches surgen generalmente a una edad temprana y pueden basarse en experiencias durante la infancia o la adolescencia, construyendo patrones y comportamientos que crecen y se fortalecen a medida que la persona se desarrolla sexualmente.
Polepally (2018) hizo un estudio sobre el abuso infantil y el impacto en el comportamiento sexual y la autoestima de los sujetos. Los resultados del estudio mostraron una diferencia multivariante no significativa en el trauma infantil entre los practicantes de BDSM y los no practicantes, pero señala que los que participaban en prácticas BDSM tenían un porcentaje significativamente más alto en cuanto haber sufrido abuso emocional (abuso que no necesariamente es sexual) que aquellos que no lo practicaban.
Por otro lado, Krueger, profesor de psiquiatría en la Universidad de Columbia, contempla la posibilidad de que algunos fetichistas o practicantes de estilos de vida eróticos alternativos pueden haber sufrido traumas, pero afirma que esto no es un predictor. Krueger explica que se puede cuestionar cómo se desarrolla el comportamiento y qué implicaciones podría tener este factor en términos de un estilo de vida sano, pero estas preguntas son completamente abiertas. Añade que, a rasgos generales, puede ser que una persona tenga una fijación con un objeto por la continua exposición a ello y que lo encuentre placentero, de modo que lo continúa usando como estimulante sexual.
La sexóloga canadiense O’Reilly, siguiendo en la misma línea que Krueger, afirma que hay una amplia gama de fetiches porque hay una gran variedad de personas, por lo que, debido a esta variedad, los fetiches pueden ser simplemente un elemento de nuestra propia diversidad a nivel de interés sexual y excitación, o, en otras palabras, que tenemos gustos distintos en el terreno sexual igual que los tenemos en cuanto a gastronomía. O’Reilly puntualiza que también existe la posibilidad de que determinadas personas estén más abiertas a desarrollar fetiches porque sexualmente se excitan con mayor facilidad, por lo tanto, la personalidad de cada una jugaría un papel importante. La sexóloga explica que, claramente, las experiencias sexuales durante la pubertad son otro factor condicionante para los fetiches, y que, si un objeto es destacable en la experiencia sexual temprana, puede haber una asociación directa al sexo y ese uso continúa con el comportamiento sexual del sujeto.
En el Manual de Diagnóstico y Estadística de los Trastornos Mentales (DSM), de la Asociación Americana de Psiquiatría, se establece que la mayoría de personas con intereses sexuales atípicos no tienen un trastorno mental y que para ser diagnosticado con un trastorno parafílico se deben demostrar los siguientes criterios:
- Sentir angustia personal por su interés, no solo a nivel de desaprobación social.
- Tener un deseo o comportamiento sexual que involucra daño, lesión o muerte de terceros.
- Tener un deseo o comportamiento sexual que involucra a personas no dispuestas a ello o personas que no pueden dar su consentimiento legal.
Hughes, psicólogo investigador en la Universidad de California, estudia las experiencias de sujetos que llevan a cabo prácticas sexuales no normativas, centrándose en el papel de la identidad, el autoconcepto, la personalidad, la interseccionalidad en el desarrollo y la representación de fetiches y la patologización y el estigma que cae sobre estas personas. En su último proyecto exploró las etapas que atraviesan estas personas para enfrentarse a sus propios fetiches y desarrollar un estilo de vida saludable, identificando las siguientes:
- Primera etapa: antes de los diez años, el sujeto experimenta una atracción o fascinación por un objeto, material, situación, etc. sin saber etiquetarlo como fetiche y sin conocimientos para entenderlo, generalmente sin excitación sexual.
- Segunda etapa: normalmente hasta los catorce años de edad, abarca a las personas que exploran ese interés consigo mismas. Esta exploración ocurre generalmente a través de la fantasía y la búsqueda de medios eróticos, explorando sensaciones materiales en el propio cuerpo.
- Tercera etapa: se lleva a cabo entre los once y catorce años, donde se empieza a evaluar ese interés y lo que significa para su propia identidad. Puede implicar empezar a sentir un estigma sobre ellos, sentirse diferentes, ver que sus compañeros no los comparten y preocuparse de que algo mal está con ellos, etc. tratando de encasillar sus intereses y comprenderlos.
- Cuarta etapa: posterior a los catorce años, incluye el proceso de resistencia contra el estigma y el desarrollo de un sentido positivo de identidad a través del proceso de cerciorarse de que hay otras personas que posiblemente compartan ese fetiche y la búsqueda de éstas. A menudo va acompañado también por el sentimiento de pertenencia a un grupo.
- Quinta etapa: generalmente ocurre después de los dieciocho años de edad, en ella se abarca el proceso de participar activamente en ese fetiche y experimentar con otras personas.
La gran mayoría de participantes del proyecto, explica Hughes, tenían el primer recuerdo asociado a sus fetiches y kinks entre los cinco y diez años de edad, sin embargo, no todos los participantes empezaron a descubrir sus intereses sexuales en esa etapa. Hubo otras tantas personas que afirman haberlos descubierto durante una experiencia sexual insatisfactoria o incluso algunas que la descubrieron en su vejez, como una forma de sentirse rejuvenecidas. Algunas de estas personas afirmaron haber experimentado traumas y dificultades en sus vidas que tuvieron un impacto importante, pero no la mayoría. Hughes explica que muchos de los que informaron sobre estos traumas de la infancia y/o adolescencia hablaron sobre sus fetiches y/o kinks como una forma de revivir esas dificultades con un sentido de curación o dominio sobre ellas. Otros participantes informaron de que sus fetiches y/o kinks son una forma de superar otros tipos de dificultades en sus vidas, como por ejemplo algunas personas dentro del espectro autista, que dicen disfrutar de ciertas prácticas porque les permiten nuevos niveles de intimidad gratificantes.
Hughes defiende que es importante estudiar el desarrollo de la identidad de personas fetichistas frente a un mundo que los consideran una broma, en el mejor de los casos, y criminales o trastornados, en el peor de ellos, ya que si se internalizan esos estigmas y no se canaliza correctamente puede provocar ansiedad, depresión y, a un mayor nivel, tendencias suicidas, sobre todo dentro de las minorías sexuales y/o el colectivo LGBT.
Tras contrastar las diferentes perspectivas, se pueden concretar varios aspectos concluyentes. En primer lugar, que hay una gran falta de estudios y de estadística, sobre todo cuanto a población femenina en relación a fetiches y prácticas sexuales alternativas refiere (Dawson, S. et al., 2014). El segundo aspecto notorio es que se usa internet como catalizador para el aumento de comodidad entre las personas que tienen fetiches y que, gracias a ello, hay una disminución del aislamiento y más concienciación de lo comunes que pueden llegar a ser los intereses sexuales atípicos. El tercer aspecto hace referencia a su propiedad variable y dependiente del espacio y contexto sociocultural en el que el sujeto se encuentre: es muy probable que en un mañana cambie nuestra concepción de lo que hoy y aquí nos parecen prácticas sexuales atípicas. Por último, en base a la mayoría de estudios, hay el factor común en que la mayoría de construcciones alrededor de los fetiches tienen sus inicios en la adolescencia y que la intensidad y ocurrencia de esas fantasías asociadas al fetiche varían dependiendo del individuo. No obstante, no está claro qué causa un fetiche. Como ya hemos visto, algunos expertos creen que es causado por un trauma infantil y otros sugieren que esos objetos o situaciones pueden ser resultar excitantes si se asocian frecuente y repetidamente con una actividad sexual placentera.
De todas formas, no es el fetiche o el interés en ese estilo de vida en particular sino el cómo cumplen sus deseos el determinante de un comportamiento saludable o no. Gigi Engle, educadora sexual, lo describe como un diagrama de Venn, en el que los diferentes aspectos se superponen constantemente y hay una amplia área gris. O, como Charles Darwin dijo: “no sabemos la causa final de la sexualidad. Todo este tema está oculto en la oscuridad.”
En 1987 se eliminó completamente la homosexualidad como trastorno dentro del DSM porque la angustia clínicamente más significativa por la atracción de personas del mismo género era un resultado del estigma social y en este mismo manual se hizo una distinción en 2013 donde se cambiaron las definiciones de fetichismo y BDSM entre lo consensual y lo patológico. Durante décadas, el comportamiento sexual no convencional ha sido considerado como un trastorno mental. Siguiendo la línea que plantea la investigación de Hughes, consideraría que pasa algo similar con las personas fetichistas o que exploran prácticas sexuales no normativas, es decir, que esa angustia que experimentan es debida al estigma social y no a un supuesto trastorno mental.
Al igual que las personas del colectivo LGBTQ, muchas personas que se sienten atraídas por prácticas o modelos de sexualidad no normativos también experimentan una sensación de estigma internalizado. Les surgen dudas, preocupaciones de si realmente son malas o están enfermas y esto se debe a que vivimos en un mundo que a menudo silencia la sexualidad de las personas y el gran abanico de variedad que contempla. Las hace sentir aisladas porque se extiende la narrativa patologizante a través de los medios, la religión, la medicina, etc. Entonces, es lógico que la persona en cuestión experimente angustia clínicamente significativa si se deriva del estigma social y de esa necesidad de ocultar su identidad por posibles consecuencias, como por ejemplo la pérdida del trabajo o la rotura de vínculos familiares.
Si el compromiso, la voluntad y el consentimiento se da por todas las partes implicadas, si no se inflige daño a terceros o se pone en riesgo la vida de una persona, ¿por qué debería catalogarse como un trastorno, si no están asociadas a ningún tipo de angustia personal más allá de la presión por la norma social o a algún tipo de disfunción? Si no es así, entonces, no son trastornos, y como futuros profesionales deberíamos empezar a trabajar la despatologización y la eliminación de estigmas sobre estilos de vida y sexualidades alternativas mediante el conocimiento, la (de)construcción y educación sexual.
Bibliografia
Dawson, S., Bannerman, B. y Lalumière, M. (2014) Paraphilic Interests: An Examination of Sex Differences in a Nonclinical Sample. Sexual Abuse: a Journal of Research and Treatment, 28(1), 20-45.
McCarthy, B. y Ginsberg, R. (2008) Male Hypoactive Sexual Desire Disorder: A Conceptual Model and Case Study. Journal of Family Psychoterapy, 18, 29-42.
Polepally, A (2018) Childhood Trauma, BDSM, and Self-Esteem: An Exploration of the Impact of Childhood Trauma on Sexual Behavior and the Effects to Self-Esteem. The Chicago School of Professional Psychology.
Richard Laws, D. y O’Donohue, W. (2008) Sexual Deviance, Second Edition: Theory, Assessment and Treatment. Nueva York: Guilford Publications, Inc.
Ronald, R. (2012) Sexual Predators Among Us. Florida: CRC Press.
Shahbaz, C. y Chirinos, P. (2016) Becoming a kink aware therapist. Nueva York: Routledge.
Webgrafía
American Psychiatric Association (2016) Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales.Recuperado de: https://dsm.psychiatryonline.org/pb-assets/dsm/update/Spanish_DSM5Update2016.pdf
Borresen, K. (2018) The difference between a fetish and kink, according to sex experts. Recuperado de:
Cassata, C. (2016) What causes sexual fetishes? Recuperado de: https://www.healthline.com/health-news/what-causes-sexual-fetishes#1
Hughes, S. (2018) Trajectories of kink/fetish identity development. Recuperado de: https://altsexnycconference.org/wp-content/uploads/2018/04/Sam-Hughes-Developmental-Trajectories-of-KinkFetish-ID-Devt.pdf
Mandriota, M. (2019) What’s the real difference between a fetish and a kink? Recuperado de: https://www.wellandgood.com/good-advice/what-is-kink-and-fetish/
O’Conner, P. y Kellerman, S. (2013) Let’s get kinky! Recuperado de: https://www.grammarphobia.com/blog/2013/12/kinky.html
[1] Según el Diccionario de Etimología de Chambers, la palabra kink, que del inglés significa literalmente pliegue, encuentra su etimología en el antiguo islandés, hace casi mil años, de la palabra kikna, que significaba ‘ponerse de rodillas’. El inglés lo acuñó a lo largo del siglo XVII para referirse a los pliegues o giros de la ropa, el cabello, etc., hasta que en 1800, según el Diccionario de etimología inglesa de Oxford, el término adquirió varios significados figurativos incluido el de ‘giro mental’ para aludir a una forma extraña de hacer algo. A mediados del siglo XX, según Oxford, adquirió el significado para describir a, textualmente, ‘una persona sexualmente anormal, que practica perversiones sexuales’ (T. O’Conner, P. y Kellerman, S., 2013). Actualmente el término es empleado dentro de la jerga coloquial de algunos colectivos como el BDSM o el LGBTQ para referirse al comportamiento sexual no normativo (Shahbaz, C. y Chirinos, P., 2016).