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Para la liberación, abolición de la prostitución

Celia Melcón Rodríguez
Máster en Sexología y Género

La RAE (2019) define la prostitución como “la actividad de quién mantiene relaciones sexuales con otras personas a cambio de dinero”. Sin embargo, esta escueta definición de prostitución como intercambio de sexo por dinero, encubre dos características fundamentales: el hecho clave de que las prostituidas son mujeres y que no es sexo, es un cierto tipo de sexo, que consiste en que el varón tenga un orgasmo usando como medio el cuerpo de otra persona. Una definición alternativa que contemple esta realidad seria “la prostitución es una práctica por la que los varones se garantizan el acceso grupal y reglado al cuerpo de las mujeres” (De Miguel, 2012).

Todo esto, es una cuestión de género, ya que el 97% de las personas en situación de prostitución son mujeres y el 99% de las personas que consumen prostitución son hombres. Esta realidad que afecta a millones de mujeres y niñas en todo el mundo está en proceso de aumento y expansión en las sociedades formalmente igualitarias, como en España, siendo este el primer país consumidor de prostitución a nivel europeo y el tercero a nivel mundial, en función de los datos de Naciones Unidas (ONU, 2015).

En España, la prostitución se encuentra en una situación de alegalidad, es decir, actualmente no es ni legal ni ilegal. Cuando una persona decide por propia voluntad el ejercerla para beneficiarse, no está penada en todo el territorio español, siempre y cuando no sea en lugares públicos (Garcés, 2018). 

 A lo largo de este artículo, intentaré exponer de una forma concisa las características y consecuencias de esta realidad desde una perspectiva de género, así como las distintas posturas que existen en torno a ella, señalando el modelo abolicionista como aquel realmente válido para abordar esta realidad desde la defensa de los derechos de las mujeres. 

Para comenzar con el análisis sobre la prostitución, cabría preguntarnos ¿dónde queda la sexualidad femenina? Pues bien, esta ni siquiera existe, es tan solo una herramienta para el disfrute de los hombres. En palabras de Kate Millet (1995), para las mujeres prostituidas, el objetivo de su actividad sexual no radica en su propio placer. Con ello, se exagera la paradójica situación sexual de las mujeres en el patriarcado: convertidas en objetos sexuales, y que, a la vez, no pueden gozar de su propia sexualidad.

También, sería importante señalar que, en la prostitución, las mujeres y sus cuerpos están al servicio del hombre o es algo sobre lo que el hombre puede disponer a su criterio y deseo para llevar a cabo la utilización de sus cuerpos de una forma unilateral (Pateman, 1999). De esta forma, se ven reforzados los roles de género, teniendo importantes consecuencias educacionales en toda la población. A través del sistema prostitucional, se legitima la desigualdad y el dominio patriarcal. Siguiendo la tesis de la escuela de desigualdad propuesta por Friedrich Engels y Alexandra Kollontai, la práctica de la prostitución no afecta solamente a las mujeres prostituidas, sino que, de alguna manera, afecta a todas las personas y de todas las partes del mundo. La prostitución afecta al imaginario de lo que es una mujer, lo que se puede esperar de ella y lo que se puede hacer con ella (De Miguel, 2000). De esta forma, se perpetua que los hombres, sigan entendiendo el sexo como un ente meramente físico, separado completamente de lo emocional, y visto desde una perspectiva unilateral (Firestone, 1976).

Tal y como señalan autoras como Kathlen Barry, Sheila Jefferys y Carole Pateman en la ideología de la prostitución, el deseo sexual masculino es considerado una necesidad irrefrenable (De Miguel, 2020). Esto, unido al capitalismo en el que todos y todas nos vemos sumergidos, hace que se justifiquen las situaciones de explotación y violación de las mujeres, dando una mayor importancia a las supuestas “necesidades” masculinas que a los propios derechos y libertades de las mujeres. Siguiendo la filosofía de “si puedo pagarlo, puedo hacerlo”. 

¿Y qué ocurre con el consentimiento? Pues bien, este es utilizado para invisibilizar la parte fundamental sobre la que se funda la institución de la prostitución: el hombre que demanda que su deseo sexual sea satisfecho y la ideología que encuentra normal, natural y deseable que lo haga. Haciendo ver, a su vez, que la sexualidad de las mujeres queda reducida al “consentir” que los hombres puedan acceder a sus cuerpos o no. Una sociedad que banaliza, normaliza e idealiza la prostitución de mujeres es una sociedad que fortalece las raíces de la desigualdad humana, fomentando la feminización de la pobreza (Valcárcel et al., 2007).

Asimismo, la prostitución tiene importantes repercusiones en la salud física, psicológica y emocional de las mujeres. Entre los que destacan, el contagio de enfermedades e infecciones de transmisión sexual, el consumo de drogas, estrés postraumático, la ansiedad, y la depresión (Meneses, 2010).

Entre los distintos modelos para abordar esta realidad, destacarían el modelo regulacionista y el modelo abolicionista.

El primero, parte de la premisa de que la prostitución siempre ha existido y, por lo tanto, es imposible que desaparezca, Por ello, la mejor solución es contemplarla como una alternativa laboral más y mejorar las condiciones y derechos como trabajadoras. Llegados/as a este punto, cabría preguntarse: ¿existen cosas que el dinero no debe/puede comprar?; ¿el mercado realmente constituye un distribuidor equitativo de valores fundamentales?; ¿se puede considerar trabajo al hecho de ser penetrada por vagina, boca y ano por hombres que no deseas?; ¿es equiparable eso a ajustar tuercas, poner cafés o curar personas?

Frente a esto, el modelo regulacionista, incluso afirma que la prostitución es empoderante, ya que, a través de ella, las mujeres capitalizamos nuestra sexualidad y ganamos dinero con nuestros cuerpos. Sin embargo, este modelo no solo conduce a la reproducción de la desigualdad de género sino a la de clases y países. Además, tal y como ha ocurrido en países en los que se ha realizado, no solo ha aumentado la prostitución a un ritmo vertiginoso, sino también la trata de personas con fines de explotación sexual (Sullivan, 2007).

Por otro lado, la postura abolicionista parte de un análisis de la situación actual en el que la mujer no ha conseguido la igualdad real. Bajo la premisa de que la prostitución no puede ser un trabajo y que la sexualidad femenina no está en venta. Siendo un mecanismo de lucha contra el sistema de poder patriarcal y capitalista. Este modelo aboga por sancionar a los “clientes”, visibilizando al varón putero como el centro del problema. Al mismo tiempo, propone aportar recursos y alternativas reales a las mujeres que deseen abandonar la prostitución, con medidas de residencia, formación profesional y apoyo psicológico. Además, la abolición de la prostitución es un recurso contra el tráfico sexual, acabando con la demanda de prostitución, estamos reduciendo y actuando contra la trata.

Asimismo, desde este modelo, se hace énfasis en la socialización de los hombres bajo la idea de que no tienen derecho a acceder por dinero a cuerpos de mujeres vulnerables y pobres. Existen evidencias probadas acerca de su efectividad, tal y como se ha demostrado en las leyes abolicionistas suecas o francesasEsto nos hace ver que no es una utopía, pero necesita tiempo y dotación presupuestaria. 

Ahora, cabe preguntarnos, ¿Por qué la postura abolicionista es menos conocida que la regulacionista? Pues bien, la respuesta es muy sencilla, porque la primera cuesta dinero y la segunda genera dinero. Un dato importante al respecto es que España es el país europeo con más ganancia en su PIB por las drogas y la prostitución. Suponen un 0,35% del PIB es decir 4.100 millones de euros (Hernández, 2018). Por eso no interesa abolir la prostitución porque eso significaría tener en mente un futuro mejor para las mujeres, educar en igualdad…y todo esto cuesta dinero y tiempo.

En conclusión, la enorme visibilidad de este mercado humano está polarizando y dividido entre dos posturas teóricas y políticas enfrentadas: las favorables a normalizar la prostitución y las que plantean como horizonte normativo su desaparición.

Hoy en día es uno de los temas que se encuentran en constante debate dentro de los feminismos. No es específico de España, y de hecho arranca con fuerza al finalizar la segunda ola del movimiento feminista. El debate ha transcendido el marco de la teoría feminista para convertirse en objeto de otros interlocutores como la industria de la explotación sexual, la filosofía moral y política.

El abolicionismo es el único modelo viable para afrontar esta realidad. Hace ya siglos que desde el movimiento feminista se ha hablado de la abolición de la prostitución, porque se considera uno de los privilegios más antiguos de los hombres sobre nuestros cuerpos. Esta postura busca erradicar la prostitución como fin último, siguiendo un modelo antipatriarcal y anticapitalista.

Se basa en la desmercantilización, para que los cuerpos de las mujeres dejen de ser considerados mercancía de una vez por todas. Para que ningún cuerpo pueda tener precio. Entendiendo que las mujeres no somos mercancía ni objeto de consumo, y que la construcción de las mujeres prostituidas no es más que un mecanismo que tiene el sistema para apropiarse una vez más de sus cuerpos y lucrarse de su actividad (como también lo hace en otros muchos ámbitos considerados como «privados»).

Como conclusión, cabe destacar que las soluciones a cuestiones tan arraigadas socioculturalmente y con tantos intereses económicos por parte de la industria de la explotación sexual requieren políticas públicas comprometidas. Desde una perspectiva feminista, que lucha por la igualdad, no nos podemos olvidar de todas las mujeres que se encuentran dentro del entramado de la prostitución.

Y para quienes califican esto de utopía la respuesta es simple: sin utopía la práctica política es ciega. Se trata de hacer de las instituciones elementos de dinamización para la transformación social. Utopía no es fantasía, que es imposible de alcanzar. La utopía parte del presente, de lo real, buscando en él todo aquello que puede ser utilizado como germen o motor de cambio. La utopía representa lo que aún no existe, pero puede y debe existir. Bloch, llamaba a la utopía los sueños revestidos de realidad.

Estamos y seguiremos luchando para que esta vulneración constante de derechos de las mujeres deje de existir. 

Bibliografía:

Alabart, M. A.(2016). Educación emocional y familia. El viaje empieza en casa. Barcelona: GRAÓ.

Ana de Miguel (2000) Alejandra Kollontai, Madrid, eds. Del Orto, pp. 45-48.

Bloch, E. (2000). The spirit of utopia. Stanford University Press.

Consejo de Derechos Humanos (Naciones Unidas/Asamblea General 31 de marzo de 2015- A/HRC/29/38): Informe de la Relatora Especial sobre la trata de personas, especialmente mujeres y niños

De Miguel Álvarez, A. (2012). La prostitución de mujeres, una escuela de desigualdad humana. Revista europea de derechos fundamentales, (19), 49-74.

Firestone, S. (1976). La dialéctica del sexo: en defensa de la revolución feminista. Editorial Kairós.

Garcés, C. S. (2018). Prostitución callejera y regulación jurídica española. Estado de la cuestión. Indret.

Hernández, M (2018). La actividad de la prostitución supone el 0,35% del PIB nacional. El Mundo. Recuperado de: https://www.elmundo.es/espana/2018/09/01/5b8990cb46163f05758b45e2.html

Meneses Falcón, C. (2010). Usos y abusos de drogas en contextos de prostitución. Universidad de Valencia. Revista Española de Drogodependencias, Vol. 35, no. 3

Millet, K. (1995). Política sexual, trad. AM Bravo Garcta, Citedra, Madrid, 118.

Pateman, C. (1999). What’s wrong with prostitution?. Women’s Studies Quarterly27(1/2), 53-64.

Protocolo de las Naciones Unidas para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños. Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Transnacional y sus Protocolos. Palermo 2000. 

Real Academia Española, (2019). Diccionario de la lengua española (Edición 233 Actualización 2019) Recuperado de: hhttp://www.rae.es

Sullivan, M. L. (2007). Making sex work: A failed experiment with legalised prostitution. Spinifex Press.

Valcárcel, A., Sau, V., Amorós, C., Gisbert, T., Cobo, R., Montalbán, I., & Miyares, A. (2007). ¿ La prostitución es un modo de vida deseable?. El País21.

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