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La sexualidad y la esquizofrenia: Una breve aproximación

Manuel Pérez Palomo
Máster en Sexología y Género
Máster en Terapia Sexual y de Pareja 

Resumen

La esquizofrenia es una enfermedad mental grave y persistente que afecta a un porcentaje elevado de la población y que reciben atención psiquiátrica, psicológica, ocupacional, educativa y formativa. Este artículo pretende recopilar la información más destacada de cómo opera la sexualidad en personas diagnosticadas de esquizofrenia y cómo su sexualidad es mermada y precisa la intervención educativa y terapéutica de profesionales con nociones en sexología. Presentaré la cuestión de la sexualidad y la enfermedad mental grave y como es afectada el desarrollo de la misma por variables educativas, del transcurso de la enfermedad y el consumo de fármacos. Cerraré el texto con bibliografía seleccionada.

Palabras clave: esquizofrenia, sexualidad, fármaco, respuesta sexual.

En la atención hospitalaria y ambulatoria de las personas con enfermedad mental grave la sexualidad, como lo es la esquizofrenia, no es atendida; la preocupación de los especialistas en la intervención terapéutica no dan cabida a ella y se centran es aspectos de autocuidado –como es la higiene y el cambio de vestimenta- y ocupaciones –realización de actividades que potencien sus habilidades sociales y seguimiento de programas de rehabilitación e inserción-. La premisa de que una vida sexual satisfactoria mejora la calidad de vida de estas personas se desestima y, por ende, no se potencia que posean relaciones consigo mismo o con iguales que garanticen un desarrollo de su vida sexual en relaciones lúdica, placenteras y de autocuidado.

La no existencia de programas o espacios donde la persona con enfermedad mental grave se forme o vaya integración otra forma de relacionarse con su cuerpo y su sexualidad responde a dos aspectos: el discurso dominante considera que los esquizofrénicos no tienes que mantener relaciones sexuales porque son peligrosos –para ellos como para la otra persona- y el desconocimiento del personal sanitario y socioeducativo de la sexualidad humana, de cómo cultivarla y facilitar encuentros significativos con la sexualidad, la erotización y el deseo.

Dudas o cuestionamientos sobre si la personas con esquizofrenia quieren satisfacer su deseo, alcanzar el placer están al orden al día. Si sumas que en su vivencia de la sexualidad participe otra persona, es común escuchar cómo se sospecha que la relación será no justa y el reparto de los roles estará asignado: uno/a será el que domina, otro/a dominado/a. El celo profesional no favorece estos encuentros.

La literatura científica que ha estudiado la sexualidad del sujeto esquizofrénico considera, en general, que las personas con esquizofrenia manifiestan a nivel psicológico una sexualidad de carácter primitivo, donde los elementos de intimidad y cuidados están más presentes. En las mujeres se ha observado que tienen una menor práctica sexual que los varones y siguiendo los datos recogidos por Freidman y Harrison una alto porcentaje de las participantes del estudio, más de un 50 %, no habían orgasmado en estimulación propia (masturbación) o en relaciones sexuales entre iguales.

En esta investigación, titulado Asexual histories, attitudes and behaviour of schizophrenic and normal  women, tanto las mujeres como los hombres verbalizaban practicar menos coitos heterosexuales que la población sin diagnosis de esquizofrenia. Otra aportación de este estudio de los años 80 mantenía que estos pacientes tenían orientaciones no normativas, sean homosexuales o bisexuales. Y un pequeño grupo de este estudio consideraba una orientación sexual conflictiva y no clara; no se posicionaban dentro de las orientaciones sexuales canónicas.

Los estudios más recientes en clínicas e instituciones psiquiátricas toman como referencia a estos estudiosos como punta de lanza para el estudio de la sexualidad en enfermedad mental. Algunos autores introducen otras variables en las preferencias y prácticas a razón de nivel de estudios, valores morales, ética personal, activación de delirios que interfieran en su erotización corporal y el consumo de medicamentos que la libido sexual (entendido como erección en hombres y excitación y lubricación en mujeres).  Los artículos consultados priorizan prácticas como el coito para medir esta bajada de la apetencia de la sexualidad y ofrecen altos porcentajes de anorgasmias en mujeres y dificultades en la erección de hombres. Dichos texto, en su mayoría, no tienen en cuenta aspectos de roles sociales y creencias de la persona sobre la sexualidad más allá del curso y la sintomatología positiva de la misma.

La comunidad científica ha llegado a las siguientes conclusiones que relacionan ciertas disfunciones sexuales y el diagnóstico de esquizofrenia. Por un lado consideran que las personas con esta patología desconocen los efectos de los fármacos en su cuerpo y  desean tener mayor información de que les ocurre en su sexualidad sumada a la esquizofrenia. Y se asegura que la mayoría de los sujetos harán cuadro de disfunción sexual –incluso aquellos que no toman medicación antipsicótica- y los que no son tratados presentaran una disminución del deseo sexual. Y por último se ha de considerar que la falta o disminución de la excitación y el orgasmo durante las relaciones sexuales están asociados a los antipsicóticos y que el tratamiento con fármacos neurolépticos se correlaciona con cierta normalización del deseo sexual –aunque conduce a anulación o merma de excitación, resolución orgásmica y satisfacción subjetiva de la relación sexual.

Algunos autores han observado que la confusión de identidad de género es frecuente, así como prácticas sadomasoquistas, ausencia de libido, inhibición sexual. Estos postulados articulan a modelos clínicos de la sexualidad en la esquizofrenia.

En 1976 Donlon describió los síntomas sexuales más usuales que acompañan a la descompensación psicótica (en fase más aguda del curso de su sintomatología) que incluyen obsesiones sexuales, conductas hipersexualizadas y conductas sexuales desinhibidas –o inapropiadas: nudismo, exhibicionismo-. Aunque de forma categórica no se puede sentenciar que los pacientes con esquizofrenia tengan conductas sexuales específicas a razón de la diagnosis.

Dentro de la disminución de las habilidades sociales que manifiestan, en general, las personas con esquizofrenia, nos encontramos con conductas que influyen en  su vivencia de su sexualidad. Nos referimos a las dificultades en mantener conversaciones entre iguales, limitaciones físicas producidas por los efectos extra-piramidales de la medicación y los factores socioculturales que experimenta dentro de una sociedad que no tolerar a la personas que no están dentro de lo canónico; la enfermedad mental como tabú sumada a la sexualidad que es silenciada y no vista.  Y sus largas estancias en hospitales y estar insertos en instituciones donde la privacidad y la intimidad no se favorecen, no permiten desarrollar habilidades sexológicas.

De forma más específica y de tallada relataré como la neuroquímica y los psicofármacos no permiten un trabajo de la sexualidad global y el sexólogo deberá capacitar al paciente a vivir una sexualidad positiva más allá de las limitaciones. La respuesta sexual es afectada de pleno por la intervención de los neurotransmisores, como la dopamina, serotonina, noradrenalina, GABA, óxido nítrico, acetilcolina… Y la alteración de las propias hormonas sexuales dejan fuera de juego a la función sexual.  Por ejemplo los antiandrógenos producen una bajada de la respuesta sexual o, en algunos casos, la bloquea.

El grupo de los antipsicóticos, revelado por las investigaciones clínicas llevadas a cabo en psiquiátricos y en Hospitales de día, sugieren que producen disfunción sexual en el bloqueo directo  de la dopamina tipo II (D2), que la prolactina sube a altos niveles y el antagonismo en los receptores adrenérgicos llamado alfa I.

Los psiquiatras están siendo más conscientes de estos efectos secunadrios de los psicotrópicos y se están modificando la prescripciones medicamentosas. La fenotiazinas mejoran la respuesta sexual porque mejora el estado psicopatológico de la persona aunque se produzcan eyaculaciones secas como consecuencia de los efectos paralizadores del esfínter de la vesícula –nos referimos a que se retroeyacule y se deposite en la vejiga-. Estos fármacos en dosis muy altas disminuyen el deseo sexual. Y el fármaco haloperidol reduce la líbido, potencia sexual y la eyaculación es retardada.  Por ello debemos tener en cuenta que los neurolépticos, los inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina, los inhibidores de la monoaminooxidadasa, los tricíclicos y las benzodiacepinas inciden en la disfunción sexual. Estos fármacos son muy comunes en las prescripciones facultativas.

La alternativa para compatibilizar tratamiento farmacéutico y disfunciones sexuales en paciente con esquizofrenia sería modificar y trabajar los factores de riesgo, reducción de la dosis del fármaco, sustitución de antipsicóticos (de tratamientos de primera generación a quetiapina o clozapina) y complementar el tratamiento con fármacos que compensen los efectos nocivos.

Con el presente artículo me queda latente que el estudio de la sexualidad en paciente esquizofrénico adolece de poco estudio actualizado sobre la cuestión y de cómo la psiquiatría y profesiones del ámbito socioducativo pone  la atención en otras áreas que no son la de la sexualidad. Y uno de los males que más preocupa es la desinformación de la sexualidad y de que las prácticas son centradas en el coito o en manejo de los genitales, no buscando otras posibilidades diversas y empoderantes dentro de la anatomía de cada persona y solo focalizado en prácticas de penetración o de estimulación con objetos –simulando la penetración-.


Bibliografía
DÍAZ-MORFA, J. El paciente esquizofrénico y su sexualidad: conductas y trastornos sexuales, Psiq. Bio., Nº. 3, pp. 22-29.
GONZÁLEZ CASTELLANOS, R. y GONZALO GAIL, S. Sexualidad y discapacidad psíquica, Editorial Síntesis, Madrid, 2014.
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RODRÍGUEZ DE MOLINA ROMÁN, M., SALVADOR CARULLA, L. y GONZÁLEZ INFANTE, J. M. Sexualidad y enfermedad mental, Ministerio de Asuntos Sociales, INSERSO, Madrid, 1993, pp. 241-254.
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