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Impacto de la pornografía en las relaciones de pareja: una mirada profunda.

Noelia Neila Haro
Máster en Terapia Sexual, de Parejas
y otros Vínculos Sexuales con Perspectiva de Género

En la era digital actual, el acceso a la pornografía ha aumentado significativamente, impulsado por el progreso tecnológico. Ahora, con un solo clic, se puede acceder fácilmente a una amplia variedad de contenido desde cualquier lugar y en cualquier momento. Espada (2015) expone que “el uso de Internet ha ido generalizándose hasta llegar a ser prácticamente universal en el contexto de los países desarrollados” (p.127). Este fenómeno ha llevado a un incremento en el consumo compulsivo de material pornográfico a través de plataformas en línea y ha desempeñado un papel influyente en la forma en que las personas comprenden y experimentan la sexualidad. No solo ha transformado las percepciones individuales sobre el placer y la intimidad, sino que también ha dejado su huella en las relaciones de pareja.

«(…) ha llevado a un incremento en el consumo compulsivo de material pornográfico a través de plataformas en línea»

Para entender en líneas generales el impacto de la industria pornográfica he optado por resumir algunos datos relevantes. La edad promedio de inicio de consumo de pornografía se encuentra entre los 9 y 11 años. Durante los últimos 5 años, aproximadamente el 86,9% de los hombres y el 54,8% de las mujeres ha consumido pornografía. El consumo de la pornografía comienza a volverse frecuente para los hombres alrededor de los 13 años y para las mujeres a los 15 años. Se estima que 1 de cada 10 consumidores tiene menos de 10 años (Ballester, Orte & Gordaliza 2019; Havey & Puccio 2016; Pornhub 2019 y Save The Chidren 2020).

El esquema básico de la pornografía se basa en un modelo de sexualidad patriarcal arraigado, donde prevalece la desigualdad de poder entre géneros. En este contexto, la norma principal establece que cualquier deseo masculino se cumplirá mediante el acceso al cuerpo de una mujer, independientemente de la presencia o ausencia de consentimiento. De este modo, la pornografía representa repetidamente a la mujer como un mero objeto de gratificación sexual sin ningún tipo de autonomía promoviendo así una visión distorsionada de la sexualidad femenina. Esta concepción va en contra del derecho fundamental de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo y su sexualidad.

«El esquema básico de la pornografía se basa en un modelo de sexualidad patriarcal arraigado, donde prevalece la desigualdad de poder entre géneros».

La pornografía transmite un mensaje claro sobre el placer de la mujer: las mujeres sólo experimentan placer al satisfacer a los hombres, relegando así el propio placer femenino a un segundo plano. Algunos autores como Rodríguez & Fernández González (2019) relacionan que el consumo de la pornografía está asociado con comportamientos de agresión hacia la mujer en la pareja Este mensaje, además, influye en la percepción de los hombres, quiénes pueden interpretar que es sexualmente excitante causar dolor físico a las mujeres durante las prácticas sexuales, sin considerar sus deseos o sensaciones. Según estos autores el riesgo se ve moderado por las creencias de la persona en relación con la justificación de la violencia, mitos sobre la violación, actitudes no sexistas y visión de la mujer como objeto sexual.

Esta representación distorsionada del placer femenino también impacta en la noción de consentimiento. Se perpetúa la idea de que, si una mujer no manifiesta sufrimiento mediante llanto, gritos o resistencia física, se asume que está consintiendo. Esta percepción errónea lleva a normalizar situaciones de violencia sexual, prestándolas como encuentros sexuales no violentos. Esta normalización, a su vez, invisibiliza y erotiza la violencia al considerarla como una parte natural del acto sexual.

El empleo de contenido pornográfico en línea ha sido identificado como un factor que contribuye a la aparición de dificultades sexuales en las personas, como la reducción de la excitación, disminución del deseo sexual y pérdida de interés en el acto sexual (Poulsen, Busby & Galovan, 2013). Diversos estudios han observado que las expectativas distorsionadas acerca de la actividad sexual pueden tener un impacto significativo en el desempeño, generando una serie de dificultades sexuales. Estas dificultades se manifiestan en forma de ansiedad, dificultades en las fases de la respuesta sexual (deseo, excitación), visión coitocentrista del sexo y aparición de síntomas depresivos (Štulhofer, Buško & Landripet, 2010; Villegas, 2016; Doornwaard et al., 2016; Ferron, Lussier, Saboruin & Brassard, 2017; Mead & Sharp, 2018).

En la literatura científica, se puede observar una falta de consenso con respecto a la posible relación directa entre el consumo de pornografía y las disfunciones sexuales. Es necesario promover investigaciones futuras que profundicen en esta relación, utilizando muestras más amplias y diversas, teniendo en cuenta factores como la orientación sexual, cultura y grupos de edad. De esta forma se aseguraría un planteamiento inclusivo y justo para todas las personas con el objetivo de brindar estrategias y métodos destinados a mejorar el consumo pornográfico en favor de la salud y el bienestar sexual.

Algunos estudios indican posibles efectos positivos del consumo de pornografía. Entre estos efectos se incluye el potencial de estimular el deseo sexual en las parejas, aumentar la autoestima, incrementar el deseo de intimidad y conexión con la pareja (Staley & Prause 2013; Kvalem Træen, Lewin & Stulhofer 2014). Resultan interesantes aquellos estudios que indican que los efectos de la pornografía son positivos en aquellos matrimonios cuyo consumo de pornografía se realiza en pareja (Brown, 2014) en comparación con parejas cuyo consumo de pornografía se realiza en solitario, esto se relaciona con un estilo de apego que se caracteriza por la ansiedad ante la separación y una disminución en la satisfacción en las relaciones (Maas, Vasilenko & Willoughby, 2018).

Estas investigaciones sugieren que, en ciertos contextos, el porno podría contribuir a enriquecer la vida sexual de las personas y fortalecer la conexión emocional entre los miembros de la relación. Sin embargo, es importante reconocer que los efectos de dicho consumo pueden variar según el individuo, la naturaleza de la propia relación y el contexto en que se encuentre.

«existen estudios que presentan evidencias científicas de que la exposición a la pornografía se relaciona con una disminución de la autoestima y bajo autoconcepto, un aumento de la sensación de vulnerabilidad a la violencia y un incremento del sentimiento de indefensión»

Por otro lado, existen estudios que presentan evidencias científicas de que la exposición a la pornografía se relaciona con una disminución de la autoestima y bajo autoconcepto, un aumento de la sensación de vulnerabilidad a la violencia y un incremento del sentimiento de indefensión (Weinstein, Zolek, Babkin, Cohen & Lejoyeux, 2015). Otros estudios muestran como el consumo de la pornografía genera ansiedad sexual, menor asertividad y mayor hipervigilancia (Mead & Sharpe, 2018). Es importante tener en cuenta que estas investigaciones resaltan la complejidad de los efectos del consumo de la pornografía y que los resultados pueden variar entre individuos.

Sin embargo, otros estudios sugieren que la pornografía por sí sola no sería suficiente para generar una conducta problemática. En cambio, señalan que intervienen otras variables que pueden influir en la relación entre consumo y la aparición de problemas, como baja autoestima, presencia de síntomas depresivos o de hipersexualidad, emociones de aburrimiento o susceptibilidad, estilos de apego, características de personalidad (Bőthe et al. 2020, Villena, Chiclana & Ferrer 2019; Villena & Chiclana, 2019). Esta perspectiva destaca la importancia de considerar una variedad de factores interrelacionados y subraya la complejidad de comprender las posibles consecuencias negativas de este comportamiento.

En cuanto a futuras líneas de investigación, sería valioso investigar las estrategias que las parejas utilizan para manejar el impacto de la pornografía en su relación, incluyendo la comunicación abierta, los límites y la búsqueda de ayuda profesional. De esta forma podemos obtener datos sobre cómo las parejas se comunican entre sí sobre el consumo de pornografía y sus efectos en la relación, explorando cómo expresan sus sentimientos y preocupaciones, a que tipo de acuerdos llegan, si los limites establecidos se modifican o mantienen en el tiempo… De esta forma se pueden llevar a cabo intervenciones y programas de apoyo destinados a mejorar la salud y el bienestar de las parejas.

Otro aspecto interesante es explorar como la exposición a la pornografía influye en las percepciones y expectativas sexuales de los individuos dentro de la relación, incluyendo sus preferencias sexuales, actitudes hacia el sexo y sus roles de género. De esta forma podemos obtener datos a cerca de si la exposición a la pornografía afecta a la elección de prácticas sexuales, fantasías y deseos. También se puede investigar si afecta a las actitudes hacia la monogamia, la fidelidad, la intimidad emocional y la comunicación sexual, pudiendo además comprobar como los estereotipos de género y roles (dominación masculina y sumisión femenina) afectan en la relación.

No obstante, sería interesante realizar estudios longitudinales que incluyan muestras comparativas considerando diversos factores contextuales cómo: duración de la relación, cultura, religión, estado civil, historia individual…Estas sugerencias son relevantes para la investigación en el campo de la sexualidad, con el propósito de analizar cómo afecta el consumo de pornografía a las relaciones íntimas, evaluando estas variables en distintos momentos a lo largo del tiempo para obtener resultados más consistentes.

Vivimos en una sociedad donde la educación sexual no siempre se considera una prioridad o un derecho universal. En este contexto el porno puede convertirse en un arma destructiva, especialmente para aquellas personas que carecen de una educación sexual sólida. Para muchos jóvenes el porno puede servir como su primera introducción a la sexualidad y como modelo de comportamiento sexual, promoviendo actitudes problemáticas. Así comienzan los mitos que se interiorizan y desembocan en futuros problemas sexuales. No podemos olvidarnos de que esta educación sexual generada por el porno proporciona percepciones distorsionadas del sexo a través de representaciones poco realistas con escenas idealizadas que distan de las experiencias sexuales reales. Además, a menudo representan cuerpos idealizados y estándares de belleza poco realistas, lo que puede afectar negativamente en la autoestima y la imagen corporal de quienes lo consumen, especialmente entre los más jóvenes que aún están desarrollando su identidad sexual. Podemos concluir, entonces, que la pornografía implica un fenómeno tanto individual como social, y está fuertemente influido por la cultura en la que se desarrolla.

«Es esencial proporcionar una educación sexual integral que brinde a las personas los conocimientos y las habilidades necesarias para tomar decisiones informadas y saludables».

Es esencial proporcionar una educación sexual integral que brinde a las personas los conocimientos y las habilidades necesarias para tomar decisiones informadas y saludables. Esto implica educar sobre el respeto mutuo, la comprensión de la diversidad sexual y de género de cara a prevenir el desarrollo de un concepto erróneo del sexo, favoreciendo de este modo un entorno inclusivo y libre de prejuicios.

Afortunadamente, en la actualidad disponemos de otros recursos alternativos a la pornografía convencional que ofrecen una perspectiva más inclusiva y respetuosa. Uno de estos recursos es el porno feminista, que busca desafiar las normas patriarcales y se centra en la igualdad de género y en la representación de la sexualidad femenina de una manera auténtica y empoderada. Pone énfasis en valores como el consentimiento, el respeto mutuo y la comunicación abierta y transparente entre las partes involucradas en las interacciones sexuales. Tiende a ser mas inclusivo a la hora de representar la diversidad de cuerpos, orientaciones sexuales, identidades de género y preferencias sexuales. Al optar por consumir este tipo de material, las personas pueden contribuir a la construcción de una cultura sexual más inclusiva, equitativa y respetuosa.

En resumen, a la hora de abordar el impacto de la pornografía en las relaciones de pareja es necesario una combinación de educación sexual integral, comunicación abierta y acceso a recursos de apoyo. Al fomentar una comprensión crítica del porno y promover una conexión emocional y sexual sólida entre las parejas, podemos trabajar hacia relaciones más saludables y satisfactorias.

Bibliografía

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