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Feminismo, ¿un problema del primer mundo?

Silvia García Ruiz de Angulo
Máster en Sexología y Género

“Please love by giving and by taking. Give and be given. If you are only giving and not taking, you’ll know. You’ll know from that small and true voice inside you that we females are so often socialized to silence. Don’t silence that voice. Dare to take.” – Chimamanda Ngozi Adichie

Situado en la costa atlántica de África Central, Camerún se encuentra en la lista de los denominados “países en vías de desarrollo”. Además, fue mi casa durante unos meses en el año 2019 mientras trabajaba en un proyecto de Cooperación Internacional. De Camerún volví con muchas cosas; personas increíbles, conocimientos tribales, un poco de idiomas, olores nuevos, paisajes maravillosos, sentimientos encontrados, unos kilos de humildad y una profunda herida que todavía no ha cicatrizado: la desigualdad de género de la África Rural.

Para situarnos, Camerún cuenta con aproximadamente 25.676.000 habitantes (57% son población urbana frente al 43% rural). Está dividido en 10 regiones – por su organización territorial y política – pero la población se identifica en Tribus y es leal al Sultán (MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES U. E., 2021). Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (PNUD, 2020), durante el pasado año alcanzó el puesto 153 de 189 en Índice de Desarrollo Humano[1] (IDH) con un 0,56, y el 126 de 189 en Índice de Desarrollo Humano ajustado por la Desigualdad[2] (IDH-D) con un 0,375. (MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES U. E., 2021) Definitivamente suspenso.

Pero, ¿no hay diferencias entre hombres y mujeres? Continuemos.

En el año 2010, se introdujo por primera vez en el Informe de Desarrollo Humano, el Índice Relativo al Género (IRG). Este indicador mide las desigualdades entre hombres y mujeres y se estima según: la salud reproductiva, entendida como la tasa de mortalidad materna y la fecundidad entre adolescentes; el empoderamiento femenino, medido en función de los escaños parlamentarios ocupados por mujeres y el porcentaje de mujeres con estudios superiores; y la situación económica de las mujeres en relación a su participación en el mercado laboral.  El IRG varía entre cero (situación de plena equidad), y uno (peor contexto posible). Actualmente, el país en cabeza es Noruega (0,044), y los últimos puestos los ocupan países africanos  (UNITED NATIONS DEVELOPMENT PROGRAMME, 2018). La importancia de este índice radica en que no se limita exclusivamente a desagregar la información por sexos, sino que es un índice sensible al género, como aclara un estudio publicado por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)(UAB, 2015).

¿Dónde está Camerún en esta lista? Más bien tocando fondo. Según el IRG, se encuentra en la posición 141 de 189, con un coeficiente de 0,569.

Las cifras no son alentadoras. La tasa de natalidad (BANCOMUNDIAL, 2020) es de 4,58 hijos por mujer. No obstante, este dato aislado ofrece información relativamente escasa si no se contrasta con otras cifras. La tasa de mortalidad materna (IDH, 2019) recoge que, de cada 100.000 niños nacidos vivos, las muertes maternas alcanzan las 529. Para comparar, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en España no llega a 8 de cada 100.000 (INE, 2020). Además, la tasa de natalidad en la adolescencia (PNUD,2020) indica que el 10.5% de mujeres tenían entre 15 y 19 años cuando dieron a luz para el periodo 2010- 2020.

Camerún es un país constitucional. Adoptó su primera constitución al independizarse de Francia en 1960 y fue adaptada por última vez en 1996. Además, es Estado Parte de la Carta Africana sobre Derechos Humanos y de los Pueblos[3]. Si bien es cierto que el Preámbulo de su Constitución establece directrices sobre igualdad de género, la realidad no refleja sus políticas. A pesar de la primacía del derecho constitucional sobre el derecho tradicional, el desmedido peso de las tradiciones provoca que las leyes que protegen a la mujer sean con frecuencia vulneradas (BENNINGER-BUDEL,C y O’HANLON, L., 2003).

En este contexto de arraigo cultural profundo, la virginidad recibe una relevancia aterradora: las mujeres, entendidas como objetos, pertenecen y cohabitan con el marido desde su primera menstruación. La mayor parte de la violencia de género tiene lugar en la esfera privada y por lo tanto la dificultad de su erradicación va más allá de la falta de recursos. La violencia doméstica aún es considerada como culturalmente aceptable por un amplio sector de la población; el marido tiene derechos disciplinarios sobre su familia y la violación dentro del matrimonio no está contemplada, ya que la satisfacción sexual del hombre se incluye en las obligaciones maritales. Además, no hay legislación específica sobre violencia de género y su única forma de denuncia es a través del Código Penal atendiendo a “agresión” (BENNINGER-BUDEL,C y O’HANLON, L., 2003). En un país donde la mujer se ofrece en matrimonio a cambio de dinero y cuya educación es estrictamente dirigida al cuidado del hogar, la identificación de las violencias es sumamente complicado. 

En esta línea, otro foco en la espiral de violencia contra la mujer es la incidencia de matrimonios infantiles: el 31% de las niñas en Camerún son obligadas a casarse antes de los 18 años y el 10% antes de los 15 (GIRLSNOTBRIDES, 2020). Para contextualizar, sorprende que, la edad legal para contraer matrimonio varía de 18 años para los hombres a 15 para las mujeres. (BENOUAICH, E y MINDZIÉ, MA., 2001) Un estudio llevado a cabo por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas, reveló que las niñas de hogares más pobres, sobre todo si han sido criadas en el ámbito rural, tienen 5 veces más posibilidades de casarse antes de los 18 años que las niñas de familias con mejor situación económica. A día de hoy, todavía es costumbre que la familia de la novia reciba un pago por el matrimonio -dinero a cambio de mercancía-. Por ello, las familias de estratos económicos bajos entienden la educación de sus hijas – cuyo rol es el cuidado de la casa – como un gasto sin objetivo (OHCHR, 2017). Así, según datos de International Women’s Health Coalition (IWHC), más de la mitad de las niñas casadas no tienen ningún tipo de educación; son analfabetas e incapaces de comunicarse en ninguno de los idiomas oficiales – francés e inglés. De esta forma, en un país con alrededor de 300 lenguas indígenas, el acceso a entidades públicas, empleos dignos, servicios sociales e incluso ayuda humanitaria, se convierte en casi inalcanzable (IWHC, 2019).

Otra clara representación del machismo del país es la extendida práctica de la poligamia[4]: las mujeres convertidas en cuerpos que pueden acumularse. Los matrimonios múltiples, normalmente de hombres mayores con mujeres jóvenes, han disparado los porcentajes de VIH entre la población femenina. En Camerún, la prevalencia de VIH es 3 veces mayor en mujeres de 15 a 24 años que en sus parejas hombres (ADAIR, 2007). De acuerdo con la Organización Mundial Contra la Tortura (OMCT) hasta el 20% de las mujeres han sido sometidas a Mutilación Genital Femenina (ORGANIZACIÓN MUNDIAL CONTRA LA TORTURA, 2003). Esta práctica, que afecta sobre todo a niñas de 6 a 8 años, se realiza en cifras cercanas al 100% en las familias camerunesas musulmanas. El aborto está prohibido por el Código Penal y recoge solo dos excepciones: embarazos fruto de violaciones y grave peligro de salud de la madre (BENNINGER-BUDEL,C y O’HANLON, L., 2003). 

Las cifras asustan. Me permito dudar, y más tratándose de la África Rural, si se acercan a la realidad. También me consiento criticar la falta de datos actualizados; se investiga lo que interesa. Donde no llegan los caminos, ¿quién se va a molestar en hacer registros?

Mis memorias. 

Las mujeres Bamoun[5] vivían a la sombra de unos hombres dominantes, polígamos, posesivos y tan profundamente machistas que ni siquiera eran conscientes de ello. Ellas movían el mundo. La poligamia se defendía entre las mujeres locales como un acto de sororidad – “si te pones enferma, estás embarazada o acabas de dar a luz – ¿quién va a ocuparse de la casa, los niños y el marido? Eso[6] duele después del parto” Hace falta más de una mujer para cuidar bien de un hombre. Ellas trabajaban de sol a sol con un bebé a la espalda, sus vestidos largos y un cesto lleno en la cabeza -por si la injusticia no pesara suficiente-. Las decisiones las tomaban los hombres – como la de no pagar una cesárea y asumir que la mujer iba a morir en el parto. Con la violencia obstétrica no voy ni a empezar. También alguna vez intentaron convencerme de que “el sexo para los hombres es una necesidad, es natural y ellos no lo pueden controlar”. La ley no escrita de la Tribu Bamoun regía, además, que sus mujeres pertenecían al padre hasta el matrimonio, al marido después, y a la familia del marido en situación de divorcio o repudio. En caso de matrimonios polígamos, la muerte del cabeza de familia suponía la redistribución de sus esposas, que normalmente pasaban a pertenecer a su primogénito.

Me harté de escuchar que “las blancas somos feministas porque no tenemos problemas”. Me planteé durante meses dónde está el feminismo en la pirámide de Marslow y qué pesa más; la falta de agua potable y de asistencia sanitaria básica o los tristes índices de matrimonios infantiles. ¿Me preocuparían mis derechos sociales si viviera en un país sin infraestructuras mínimas? Me acostumbré a la falta de comodidades, a vivir sin luz ni agua, a trabajar sin material, a la dieta estricta de cuscús y arroz y a la falta de privacidad y espacio. Me adapté al idioma, a las jerarquías, a la oscuridad absoluta de la noche sin alumbrado público y a la expectación de caminar por un pueblo que llevaba años sin ver una persona blanca. Pero esta herida – la de la injusticia – solo se hizo más y más profunda. 

Me harté del mismo modo del tono de compasión con la que, a mi regreso a España, me consolaban diciendo que “no me preocupara, si ellas son felices así. ¿No ves que no conocen otra cosa?”. La hipocresía de no conocer nuestro sitio en la jerarquía mundial. ¿Somos conscientes de nuestros privilegios? Como decía mi profesora de Infancia y Cooperación Internacional, “estamos muy preocupados por el código genético cuando en realidad lo que importa es el código postal”. 

¿Seguimos entendiendo el feminismo como un privilegio? Una sociedad feminista es una meta, pero también es camino – una forma de avanzar hacia un mundo mejor. El enfoque es complicado, ya que las mujeres africanas están atravesadas tantas veces – la denominada interseccionalidad – que luchar todos sus frentes es, como mínimo, agotador.  Y otra vez, se siguen priorizando unas causas por encimas de otras, dejando a las mujeres, siempre, en un segundo plano. África, cuya desigualdad de género actual también arrastra mucho de la colonización traumática por parte de Occidente (AFRICANA, 2013), tiene, sin duda, la materia de género en lista de espera. 

Pero la chispa del feminismo ya está encendida y no va a tardar en arder. El movimiento feminista africano cada vez es más fuerte y tiene más partidarias. Mujeres que alzan la voz no solo contra el machismo – también contra el racismo, la aporofobia, el neocolonialismo y la corrupción política. Mujeres que trabajan duro y lidian con miles de inconvenientes para que su mensaje llegue a todos los rincones del continente. 

NOTAS PERSONALES: me preocupa haber caído en la hipocresía de escribir sobre una vida que no me pertenece; parecido al sentimiento que me producen los altos cargos políticos -blancos- hombres hablando del aborto.  Escribo este articulo desde la admiración y el respeto –aquí tenéis una aliada.

 

REFERENCIAS

ADAIR, T. (2007) HIV Status and Age at First Marriage among Women in Cameroon. Obtenido de: 

https://www.dhsprogram.com/pubs/pdf/WP33/WP33.pdf

AFRICANA. (2013). Aportaciones para la descolonización del feminismo. Obtenido de: https://www.feministas.org/IMG/pdf/varias_autoras___africana._aportaciones_para_la_descolonizacion_del_feminismo.pdf

BANCO MUNDIAL (2020) Datos del Banco Mundial – Camerún. Obtenido de: https://datos.bancomundial.org/pais/camerun

BENNINGER-BUDEL,C y O’HANLON, L. (2003). Violencia contra la mujer: por la protección y promoción de los derechos humanos de la mujer. Organización Mundial contra la Tortura. Obtenido de: https://www.omct.org/site-resources/legacy/resumen_esp_2003_2020-12-11-144655.pdf

BENOUAICH, E Y MINDZIÉ, MA. Organización Mundial contra la Tortura. Informe sobre la implementación de la Convención sobre los Derechos del Niño en la República de Camerún. Obtenido de: https://www.omct.org/site-resources/legacy/cameroun_web_esp.pdf

GIRLSNOTBRIDES. (2020). Atlas Camerún. Obtenido de:

https://atlas.girlsnotbrides.org/map/cameroon/

INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA (2020). Indicador Tasa Mortalidad Materna. Obtenido de https://www.ine.es/dynt3/inebase/es/index.htm?padre=4848

INTERNATIONAL WOMEN’S HEALTH COALITION (2019). Child, Early and Forced Marriage in Cameroon: Research Findings. Obtenido de: https://iwhc.org/resources/child-early-and-forced-marriage-in-cameroon-research-findings/

OFICINA DE INFORMACIÓN DIPLOMÁTICA DEL MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES, U.E (2021, febrero) Ficha país. República de Camerún. Obtenido de:      http://www.exteriores.gob.es/documents/fichaspais/camerun_ficha%20pais.pdf

OFFICE OF THE HIGH COMMISIONER: UNITED NATIONS HUMAN RIGHTS (2017). When Girls’ Lives Matter: Ending Forced and Early Marriage in Cameroon. Obtenido de: https://www.ohchr.org/Documents/Issues/Women/WRGS/ForcedMarriage/NGO/PopulationCouncil17.pdf

ORGANIZACIÓN MUNDIAL CONTRA LA TORTURA (2003). Camerún, informe presentado al Comité contra la Tortura. Obtenido de: https://www.omct.org/files/2004/07/2409/esp_2003_03_camerun.pdf

SAAVEDRA-ALVAREZ, Y. (2008) El sistema africano de derechos humanos y de los pueblos. Prolegómenos. Obtenido de: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-46542008000100020

UNITED NATIONS DEVELOPMENT PROGRAMME (2018). Human Development Reports. Obtenido de: http://hdr.undp.org/en/content/table-5-gender-inequality-index-gii

UNITED NATIONS DEVELOPMENT PROGRAMME (2020) Coopération Cameroun Systéme des nations unies. Obtenido de: https://unsdg.un.org/es/un-in-action/camerun

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BARCELONA (2015). Dimensión de género en la construcción de paz. Obtenido de: https://escolapau.uab.cat/img/programas/alerta/alerta/15/cap04e.pdf

INSPIRACIÓN

ADICHIE, C. (2019) Querida Ijeawele. Cómo educar en el feminismo. Estados Unidos:  Penguin Random House. 

ADICHIE, C. (2014) We should all be feminists. Nueva York, Estados Unidos: Penguin Random House. 

BADRI, B. y TRIPP, AM. (2017) Women’s Activism in Africa. Struggles for Rights and Representation. Londres, Reino Unido: Zed Books LtD. 

DAVIES, A. (1981) Women, race and class. Estados Unidos de América:  Penguin Random House. 


[1] Índice de Desarrollo Humano (IDH): indicador que mide los logros medios obtenidos en las dimensiones fundamentales del desarrollo humano: salud – esperanza de vida al nacer, educación – tasas de alfabetización, riqueza – PIB.

[2] Índice de Desarrollo Humano ajustado por Desigualdad (IDH-D): medida del nivel de desarrollo humano medio de la gente en una sociedad una vez que la desigualdad ha sido tenida en cuenta. 

[3] También conocida como la Carta de Banjul, es un instrumento internacional cuyo objetivo es promover y proteger los derechos humanos y libertades básicas en África. Entró en vigor en 1986. (SAAVEDRA-ÁLVAREZ, 2008)

[4] Régimen familiar que permite la pluralidad de cónyuges. En Camerún solo es legal el de un marido con varias esposas. Es practicado independientemente de la religión profesada. 

[5] Tribu Bamoun: grupo étnico del noroeste de Camerún. 

[6] Señalándose los genitales – hablar de sexualidad estaba mal visto entre mujeres.

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