Elena De Castro
Monitora de educación sexual
con perspectiva de género
En el presente artículo, trataremos de analizar algunas de las cuestiones más importantes que giran en torno a la idea de la autoestima dentro del plano de la sexualidad. Se trata de una reflexión que parte del concepto y que continúa desmenuzando algunos de los aspectos que influyen a la hora de construir la percepción que tenemos sobre nosotras mismas. Por último, hablaremos de cómo trabajar una autoestima de forma positiva y los beneficios que genera la misma.
El autoconcepto se define, según Shavelson y Bolus como: “el conjunto de percepciones o referencias que tiene la persona de sí misma e incluye juicios acerca de comportamientos, habilidades o apariencia externa”. Los elementos que forman el autoconcepto son la imagen corporal y la autoestima, los cuales se relacionan entre sí.
Para Rosenberg, la autoestima es un sentimiento, positivo o negativo, fruto de la valoración que realizamos sobre nuestras propias características.
Se trata del sentimiento global de importancia, valor o dignidad que tiene la persona hacia sí misma y expresa una actitud de aprobación o desaprobación del sí mismo como totalidad.
De acuerdo con la literatura disponible sobre el tema, la autoestima tiene como mínimo dos dimensiones: competencia y valoración.
La dimensión de competencia se refiere al grado en el que la persona se ve a sí misma como capaz y eficaz en tanto que tiene éxito en lo que se propone) o siente que cumple a satisfacción con sus estándares personales. Esta valoración que hace la persona de su competencia se basa en los resultados que ha obtenido en distintos dominios, es decir, a partir de lo que ha hecho en el pasado.
La dimensión valorativa, por su parte, corresponde al grado en el que la persona siente que es una buena o mala persona en el que califica sus atributos -físicos, académicos, deportivos, familiares, sociales- en términos negativos.
Cuando hablamos de imagen corporal, nos referimos a un constructo multi dimensional que incluye percepción sobre nuestro propio cuerpo; cognición, creencias y opiniones sobre nuestro cuerpo y emociones, relacionadas con la complacencia hacia nuestro propio cuerpo. Esta imagen corporal es idiosincrática, es decir, cada sujeto la experimenta de diferente manera negativos o nada favorables o en términos positivos o muy favorables (Harter, 1999).
Tanto la imagen corporal, como la autoestima nos condicionan la manera de relacionarnos con el entorno y con nosotros mismas. Por lo tanto, es lógico pensar que si percibo una imagen poco favorable de misma las emociones que se experimente serán negativas, tanto hacia el cuerpo en el que habito cómo cuando me compare con el de las demás. De esta manera, los problemas con la imagen corporal correlacionan negativamente con la autoestima: a menor autoestima mayores serán los problemas con la imagen corporal (Or retal, 2009).
Una vez contextualizada la problemática, vamos a analizar algunas de las afirmaciones, que muchas veces naturalizamos, y no nos damos cuenta de las señales que nos están (estamos) enviando:
Prefiero mantener relaciones sexuales con la luz apagada o debajo de la sábana, me da vergüenza el olor/sabor de mis genitales, tras el postparto no me atrevo a mirarme los genitales, no me gusta el color de mi cuerpo, me da vergüenza la forma de mis genitales, me avergüenzo de mi cuerpo, me sobran kilos, mi pecho es muy pequeño, mi pene está torcido, seguro que “no estoy a la altura”, me da asco mantener relaciones con la menstruación, soy demasiado mayor…
Es importante, que prestemos atención si se nos vienen a la cabeza este tipo de pensamientos a la hora de mantener una relación sexual ya que pueden ser indicadores de una baja autoestima sexual. Lo importante, es tener en cuenta que este tipo de pensamientos son construidos y que tienen el origen en los modelos de socialización en los que hemos sido educadas.
Algunos de los aspectos que influyen a la hora de tener una mala autoestima sexual, podrían relacionarse con esto: No conocer tu cuerpo o cómo funciona. Llegar incluso a despreciarlo, la culpa o vergüenza al desear experimentar sexualmente, acceder a prácticas sexuales que no deseas por miedo a generar un conflicto en tu pareja. Sentirte poco válida si no encajas en los estándares de belleza que alguna vez nos impusieron y resignarte a prácticas sexuales poco satisfactorias para ti bajo la creencia de que «las cosas siempre han sido así».
Sin embargo, hay una tendencia un poco perniciosa a la hora de analizar la autoestima, que es que tendemos a responsabilizarnos a nosotras mismas (o a la persona) de esta cuestión, sin pararnos a observar, que todo esto tiene un origen social, que lo crea y lo alimenta, del que es muy difícil escapar, y que poco tiene que ver con las características individuales.
La sexualidad y la erótica, han sido utilizadas históricamente cómo elementos de control social. Siguiendo con la idea que propone Mentxu Abril, “nuestros cuerpos son nuestros, pero no lo son sin más, ni en su construcción ni en su significado y uso cómo instrumentos/herramientas de materialización de la realidad. Se trata de cuerpos subjetivados, son construcciones psicosociales en los que las sociedades ponen grandes esfuerzos para sus objetivos y valores. En nuestros cuerpos sexuados, se construyen habilidades físicas y subjetivas, destrezas, formas de hacer las cosas, deseos, deberes y prohibiciones, maneras de pensar y de ser, asociadas a posiciones políticas”.
El canon de belleza occidental, se encarga de delimitar que es lo erótico y lo que no, suponiendo así una limitación de la diversidad y generando modelos inalcanzables que repercuten en nuestro autoconcepto. Este modelo de belleza, corresponde a unos mandatos de género patriarcales y a su vez opera con lógicas racistas y capacitistas. “Si es aspecto físico de una persona no coincide con estos clichés que se muestran a través de los agentes de socialización se dificultará a priori la erotización (autoerotización) de los cuerpos no normativos, en caso contrario, la valoración social de la imagen, cuando sí coincide con los cánones, puede tener más importancia que la propia experiencia placentera, teniendo un impacto igualmente negativo en nuestras autoestimas”.
Se observa entonces, que son muchísimo la cantidad de estímulos que nos viene desde el exterior y que pueden repercutir negativamente en la visión que tenemos de nosotras mismas.
Se relaciona también con muchos de los introyectos que asumimos de forma natural y sin cuestionar a lo largo de la socialización. Para que dejen de operar con tanta fuerza es necesario realizar un trabajo de deconstrucción: primero detectarlos, ser conscientes de los mismos y luego cuestionarlos, ya que normalmente los “acatamos” como si fueran verdades absolutas. Por ejemplo, una madre no tiene relaciones sexuales con varios hombres. Este tipo de mensajes, que surgen de una estructura machista y patriarcal, calan de tal manera que muchas mujeres dejan de buscar parejas sexuales eventuales o esporádicas porque “no es lo apropiado para una madre”.
Nos enmarcamos dentro de marcos referenciales, dónde se nos dificulta mucho llegar a un modelo de sexualidad libre de mitos y tabúes.
Ante esta oleada de influencias, la solución ha de pasar por un proceso que tiene que ver con el empoderamiento sexual.
El empoderamiento sexual, consiste en recuperar el poder de escoger cómo deseas vivir tu sexualidad, siendo libre de los prejuicios y de los mandatos sexuales que te encasillan. Implica cuestionar lo aprendido, darte permiso para explorar lo que te gusta, eliminar tus tabúes y actuar desde la responsabilidad de la salud. No busca imponer una forma única e sexualidad cómo si fuese la única correcta. Se trata de que cada persona encuentre la suya propia desde la libertad, el respeto y la coherencia de sus propios deseos.
Es necesario, reconstruir nuestros marcos, dejando atrás las vergüenzas sobre nuestros cuerpos y las necesidades de complacer, entendiendo que hemos de poner nuestro placer en el centro. En palabras de Monica Quesada, hemos de aplicar el egoísmo sano en nuestras prácticas sexuales para asegurar el disfrute y el placer, es decir, haciéndote responsable de tu propio placer.
El objetivo de las prácticas sexuales es disfrutar y tenemos que dejar de estar pensando en si le gustará o no a la otra persona, en si mi cuerpo es válido o no para realizar ciertas prácticas….
Este cambio de paradigma y de entendimiento en la vivencia de las relaciones sexuales, tanto en pareja cómo en la autoerótica, es clave para mejorar nuestro autoconcepto y nuestro bienestar psicológico.
Algunas de las recomendaciones que podemos seguir para mejorar nuestra autoestima sexual y contribuir a la búsqueda del empoderamiento son:
- La importancia del autoconocimiento: conocerte y experimentarte te ayuda a tomar decisiones sexuales más coherentes contigo, tus necesidades y deseos.
- Libertad sexual cómo derecho: Tienes derecho a vivir una sexualidad libre y consciente. Bajo tus propios términos.
- Deseo y consentimiento: Solamente tú decides que es lo que deseas experimentar en un encuentro sexual y además tienes derecho a cambiar de opinión.
- Tu cuerpo es perfecto tal y cómo es.
- “El conocimiento sexual nos hará libres”: Saber más sobre tu sexualidad te permite responsabilizarte del abundante placer que habita dentro de ti